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viernes, 16 de septiembre de 2016

Arteliteral: POEMAS OBJETOS DE FRANKLIN FERNÁNDEZ

Arteliteral: POEMAS OBJETOS
DE FRANKLIN FERNÁNDEZ: “Es preciso entender la tradición como conquista, no como herencia”. Juan Ramón Jiménez. “Yo siempre digo que la tradición se tien...

miércoles, 10 de agosto de 2016

Foto fija de grupo literario con revista









“No se sorprendan de mi silencio: el motivo principal es que nunca encuentro nada interesante que contarles. Viviendo en uno de estos países nunca hay nada que contar. Desiertos poblados de estúpidos negros, sin caminos, sin correos, sin viajeros: ¿qué queréis que les escriba?...”

(Arthur Rimbaud, Cartas Abisinias, Harar, 25 de febrero de 1890)

Carlos YUSTI

La foto del grupo literario Los Animales Krakers no existe como tal. Para el momento que comenzamos a reunirnos (en algún bar, en una que otra plaza o en un café cercano de la Escuela de Teatro Ramón Zapata, situada a un costado de la plaza Sucre) los teléfonos celulares eran un invento de la ciencia ficción (al igual que el computador personal o las tablas). Además como éramos unos desclasados de la literatura, unos pirañas advenedizos de  las letras, especie de manada underground interesada más de leer la vida en el día a día, que en documentarla para la posteridad. Nunca estuvimos preocupados en llevar un registro fotográfico de nuestras actividades circunscritas a beber mucha literatura más que a escribirla; ah sí y a discutir en demasiado sobre arte, libros y política. 

Así estuvimos  tres o cuatro años como un grupo asiduo en la ciudad cultural de Valencia, nuestro anonimato era nuestra fortaleza y aunque todos escribíamos poemas y cuentos nos importaba, como grupo se entiende, era  encontrarnos para compartir nuestro descontento y cierto desgano hacia una literatura y una actividad cultural muy apegada a las normas establecidas, al boato universitario y a ese discurso municipal del orden (o las buenas maneras) y que despreciaba/desechaba nuestros escritos en sus revistas, en sus páginas literarias muy ordenadas y bostezantes, donde todas las palabras eran pescadas con cuidado del gran diccionario de la literatura convertida en artefacto arbitrado y especializado, en puente de tráfico de influencias para enchufarse/acomodarse en ese gran engranaje cultural de papeles literarios y revistas de literatura. Todo un tanto asqueante, achacoso y vomitivo.

El grupo estuvo integrado por Judith Pezzente, Humberto Gonzáles, José Vicente Arcila, Juan Aponte Celis, Argenis Azuaje, Gersón Barrientos. Como constantes compinches estaban Alida Gonzáles, Alexis Gonzáles y una buena lista de cómplices colaboradores. Nuestras conversaciones se inyectaban con una sobredosis de nicotina y no sólo la literatura nos resultaba aburrida, sino la política donde todo se resumía a una farsa teatral con un libreto escrito por secretarios de segunda. En el mar de la utopía política navegábamos a las mil maravillas. Éramos unos suicidas que nunca encontraron su vena ni la navaja oportuna. Mientras en otros grupos (similares al nuestro) algunos de sus miembros se abrían las venas o se arrojaban del quinto piso de algún edificio, nosotros seguíamos atornillados al madero de la literatura, más voceada que escrita, aferrados como plantas parasitas al frío metal de la página en blanco, la ilusión de que a futuro mancharíamos páginas y páginas con nuestros gusanos tipográficos nos mantenía “al filo de la navaja”( y en ese tiempo despreciábamos a rabiar a William Somerset Maugham).

En fin, estábamos felices en nuestra burbuja de malditismo convocante y oral hasta que a Humberto Gonzáles se le ocurrió la diletante idea de que era necesario editar una revista y que él se identificaba mucho con un hipopótamo y explicaba que el dichoso animal, a pesar de su corpulencia, evitaba la confrontación y que cuando el mundo le resultaba hostil sólo se sumergía en el agua y listo. Y entonces cada quien fue buscando su animal con cual traspapelarse. De allí surgió el nombre de los animales. Le agregamos el Krakers por la película de los hermanos Marx y por esas galleta con forma de animalitos, especie zoo dulce y crujiente con el que acompañábamos el café de la tertulia y la miseria. El nombre de la revista lo decidió el azar. Fuimos colocando nombres en una caja y el nombre que más saliera sería el seleccionado. Al final  el nombre que se impuso en varios intentos fue ZIKEH y entonces para darle una explicación aludíamos a la psique, en su concepción griega referida al «alma humana» y otros embustes más o menos eruditos que fuimos improvisando sobre la marcha.

No teníamos dinero para la dichosa publicación y trabajamos duro para conseguirlo. Además un grueso del capital salió de nuestros bolsillos. Alguien tenía un multígrafo, otro tenía tinta y un poco así conseguimos los materiales restantes y el papel necesario. En esta etapa tuvimos que enseriarnos con la escritura. Ahora lo hacíamos con regularidad y fuimos seleccionado el material escrito acorde con nuestro espíritu chocarrero y contestario.  Por supuesto no faltarían las groserías, las malas manera y los exabruptos reaccionarios y de todo tipo. Veníamos a meter las pezuñas en las oraciones, a descorrer las cortinas de la literatura hecha con las entrañas y la rabia. Zikeh (17 X 27cm) resultó una especie de cuaderno febril de 100 páginas y más que una revista fue la pared de un baño público, con oxido en la tuberías y ese vaho de la desidia subiendo como un puñetazo de orina pestilente directo a la garganta del lector.

Asiduos lectores de Vallejo, Rimbaud y  Cortázar como grupo sabíamos que nuestro norte no era ser comparsa de ese mundillo literario de Valencia tan godo y de apellidos. Teníamos presente ese fragmento poético de Cortázar: “La lucha
de un puñado de pájaros contra la Gran Costumbre.” 
 Íbamos con dientes y garras a por la Gran Costumbre. Por otra parte asumimos al pie de la letra eso escrito por el gran cronopio: “Toda poesía que merezca ese nombre es un juego…” Asumimos ese juego desde lo excrementicio  y lo bizarro.

Logramos editar 4 números de la revista ZIKEH y estuvimos casi cinco años bebiendo y escribiendo como posesos. Al final hastiados y con los hígados lesionados decidimos separarnos en rabiosos términos y aunque quedamos como amigos cada quien fue a lo suyo y nos largamos a una Abisinia (de metáfora y mampostería falsa) para olvidarnos de la poesía y volvernos hombres de bien con la pierna del alma amputada.

Hace poco he conversado con los viejos camaradas del grupo. Ya ninguno pinta, ninguno escribe y ninguno ha publicado un libro. Todos se han replegado y se han quedado en ese umbral chinesco del anonimato. Sólo yo, que nunca me curé de esa enfermedad de la literatura, he tenido el caradurismo de seguir en el filo de las palabras, haciendo equilibrios de funambulista como si de una cable tenso se tratara.

Ahora que veo a distancia la travesía de los Animales Krakers y su revista Zikeh presumo que se trató de un momento de urgencias existenciales, todo un tanto lleno de azar y nausea sartreana. Nunca escribimos un manifiesto, jamás caligrafiamos el rosario de nuestros principios, mucho menos tallamos en roca nuestros postulados. Fuimos un grupo literario atípico sin ínfulas artísticas o literarias. Necesitábamos quemar el momento, militar en la inutilidad llana y simple. Para que todo resultara profundo y con cosa le dimos algunos brochazos de poesía, cuento y ensayo, pero en realidad íbamos dejando el talento en esos días sin huellas y en la página solo fuimos dejando nuestra sombra rupestre y sin trascendencia. Como grupo literario nos esmeramos en acicalar nuestra pose a contracorriente, nuestra pose váyase todo a la mierda. Todo tenía algo de performance, de arte efímero. Descuidamos las palabras y en vez de escribir literatura estábamos preocupados en saldar cuentas con nuestros demonios mal hablados y peor escritos.

Hoy los grupos literarios son hojas amarillentas en las hemerotecas, anotaciones nerviosas en algún blog. En lo personal creo que el grupo para todos sus integrantes fue una terapia, un diván para acostar nuestras obsesiones literarias y de otro tipo. Todos salimos ilesos, dentro de lo que cabe (esperar), de dicha experiencia. La poesía duele menos cuando se vive (y se bebe) que cuando se escribe. El escritor siempre anda de puntillas en el filo de las palabras con ese peligro latente de caer en el abismos y los otros integrantes lo detectaron a tiempo y arrojaron las hojas en blanco a la papelera para salvarse en el silencio, de ese terrible silencio sin escritura que prolifera cuando no hay nada que contar y cuando la Gran Costumbre toma la palabra.







sábado, 30 de abril de 2016

CONVERSACIÓN CON CARLOS YUSTI



Pedro SuárezCarlos Villaverde
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Carlos Yusti a primera vista es un tipo tranquilo, que reluce una cierta timidez. Es bastante amable con las damas de cierta edad. No se parece en nada a lo que escribe, pues cuando lo hace pareciera desatarse: un discurso corrosivo contra la mediocridad que él asegura campea; un verbo irónico, desfachatado; textos aleatorios, a veces densos y en otras ocasiones un escenario de divertimento para él mismo. Todo por escrito Los lectores y amigos -que sí los tiene- a menudo lo celebran como un magnífico ensayista venezolano que, a veces, también manifiesta su talento en la pintura; otros estiman que no es más que un perdonavidas indigesto que repite babosadas en un pseudo-estilo a lo Savater.
En fin, uno de los logros atribuibles a Carlos Yusti, en su apuesta por la literatura, es que sus escritos en los diarios y revistas donde publica no pasan desapercibidos y generan ambientes de auspicio para la polémica, y esto, sin duda, representa una pequeña hazaña en el medio literario venezolano, tan proclive a negar la discusión en aras del cuidado de parcelas de “poder” e intereses particulares de tal y cual fauna, tan sin humor para disfrutar cuan pequeños somos Laborioso, persistente, solidario y exigente, Yusti ha publicada cuatro libros, todos de ensayo: Pocaterra y su mundo (1991 Vírgenes Necias (1994); Cuaderno de Argonauta (en una pésima edición, 1996) Y de ciertos peces voladores (1997). Nos atiende en su burocrática oficina de la Biblioteca Rómulo Betancourt de Ciudad Guayana, donde funge de Director -como jefe, nada menos- cumpliendo una labor encomiable de promoción de la lectura y el libro entre niños y adolescentes. Accede a platicar, mientras devoramos unas pizzas frías, desde su trinchera bien dosificada de “anacronismo” eso sí, sin octava estrella, sin himno nacional, sin Piar ni Bolívar, ni todas esas “novedades” tan sublimes, que, por estos días de heroísmo, todo lo intoxica. Hablamos y dejamos de hablar sobre tópicos de literatura, de la vida, de las ráfagas que nos mantienen entre ella y la muerte que al fin y al cabo es lo que nos interesa, Leamos lo que nos dijo Yusti.
Carlos Villaverde.- ¿Y si no hubiese más palabras? Algo así –hace ya tiempo— expresaba Vallejo, de seguro atormentado por su inefable compañera Georgette. Esto viene a colación para saber tu opinión sobre toda esa parafernalia, un tanto paranoica, en torno a la muerte de la palabra escrita y del libro; de la extinción de la poesía y del poeta; de la defunción de la controversia creativa y del ensayo; en suma, pareciera que todo fin de siglo se parece: todo se va a acabar. ¿Y si se acaba qué?
YUSTI: Me he preocupado de vivir al ritmo del presente. Por eso trato de vivir (o leer, que para mí es lo mismo debido a que la vida le aclara a uno los libros y viceversa) cada día como el último. No quiero amargarme demasiado buscando desentrañar las complejidades metafísicas de la existencia. Es decir estoy adherido al presente como un hedonista crítico: el placer es una ardua tarea y es el mejor antídoto contra la circunspección de los uniformes religiosos, militares o científicos; para ver la vida desde una óptica menos trascendental en contraposición de la visión agria y derrotada de la mayoría, es, de igual modo, un excelente aliado para contrarrestar los requerimientos neoliberales, donde las personas son sólo índices. Creo que es necesario oponer el placer contra todas las ecuaciones retóricas que tratan de convertir el arte y la literatura en entidades pastosas y complicadas que pueden disfrutar unos pocos. Como individuo seducido por la reseda de las palabras, que por otra parte ha cometido el craso error de escribir debido a esa misma seducción, debo reconocer que me encuentro en esa grey engreída, y a veces cacofónica, denominada escritores. Dicha grey se preocupa por el devenir de la palabra escrita y todos esos mitos en torno al fin de la literatura. No morirá la palabra escrita, ni los libros; no obstante lo que morirá, sin duda, serán esos anacrónicos conceptos que poseemos de la literatura y esa tendencia romántica de asumir la escritura. En todo caso lo que está muriendo es Ia pasión, la emoción a todos los niveles. Si no estamos ganados por la pasión es bastante improbable que tengamos el ánimo suficiente para actuar. Por supuesto el libro no perecerá, pero si sufrirá transformaciones radicales; ya se habla de libros digitalizados y como siempre los libros teleinformáticos serán para una minoría. El lector que conocemos en la actualidad también se trasmutará de manera radical. Lo bueno de la vida es que siempre es una premisa cambiante. Gran cantidad de escritores como personas y entes interactivos con el presente, son más prescindibles que sus obras y aparte de faltarles pasión parece que les falta testículos y ovarios para asumir la escritura desde una perspectiva diferente de eso que pomposamente llaman “obra”. La escritura es un medio para darle carnadura vital al discurso de la imaginación y de la pasión, una forma eficaz de remozar el lenguaje que a fuerza de academicismo y de su mala utilización llega a estancarse. En nuestro morigerado medio cultural la literatura más que un impulso dinámico y vital es una bostezante institución y por tal motivo nuestros escritores pasan a formar parte de la nómina burocrática del aparataje cultural, conocido en los bajos fondos como CONAC. También por esa razón la crítica y la polémica están excluidas, es mejor andar de puntillas por los pasillos del poder cultural para no molestar a los capas que distribuyen los subsidios y las prebendas. Aquí no hay escritores, sino mesoneros disfrazados de escritores. Señores y señorucos, como dijera Umbral, preocupados por la “obra”, la inmortalidad, la silla en la academia, la plaza y los homenajes póstumos. No es casual que nuestros escritores hagan, o confeccionen, una literatura sin muchas faltas de ortografías políticas, sin mucho ruido crítico, tratando de espantarle el insomnio a los politicastros de turno con una escritura más efectiva que un lexotanil. Como a nuestros abnegados y sufridos poetas les preocupa el puesto de trabajo en la institución literaria dejan la complejidad y la creatividad del lenguaje escrito para momentos menos urgentes y empiezan a preocuparse por el futuro del libro, por la muerte de la literatura y todas esas cuestiones importantes. El país puede esperar y la literatura como crítica, pasión y cosa pueden esperar.
Pedro Suárez.- Alejandro Rossi describe la función de ciertos intelectuales como la de simples organizadores de la gramática que utilizan el poder para vender sus consignas ¿Qué opinas al respecto?
YUSTI:Entre tanto analfabeta funcional con título académico, o celular, entre tanto ágrafo con ínfulas, los intelectuales vienen a constituir raros guijarros entre los promontorios inservibles e idénticos de granos de arena. Se habla de los intelectuales como de una peña literaria o un club de fútbol, es decir un gremio compacto donde son pocos los que tienen cabida. Siempre han tenido mala prensa. Si escriben en exclusiva de lo humano y lo divino, olvidándose de los asuntos urgentes del día, se les empuja como conspicuos habitantes de la torre de marfil, si escribiendo buscan complacer a la administración se dice que son unos cobardes, si apoyan a un partido, o una causa determinada se les tiIda de miopes políticos, si vociferan al lado de los obreros son unas vedettes del oportunismo, megalómanos inmaduros que posan para llamar la atención, si hacen silencio sólo son cómplices tarifados al mejor postor… etc. Lo cierto es que un intelectual necesita intervenir, quiere cambiar, para bien o para mal, la organización de la vida colectiva. Por supuesto que hay intelectuales de todos los colores y todos los .talantes. Prefiero dos o tres intelectuales equivocados que doscientos analfabetas funcionales tratando de gerenciar un país. La postmodernidad, que ha sido definida como una modernidad sin pasión ni ilusiones suicidas, ha dado su buena cuota de intelectuales y por allí andan opinado del vacío y otras cuestiones no siempre claras. Los Farinelli de la inteligencia me producen rechazo. O sea, prefiero a los intelectuales que no rehuyen el debate y la polémica, a esos que se quedan en la castrada serenidad académica redactando discursos de orden.
P.S.– La poeta polaca -premio Nobel de Literatura- Wislawa Szymborska, confiesa escribir cuatro o cinco poemas al año. En este sentido, ¿no crees que esa especie de competencia que se da entre algunos poetas venezolanos de ver quien publica más, a quien se le editan más libros, es lo que explica, de alguna manera, la mala poesía -salvo honradísimas excepciones- con la que nos exhibimos hoy día ante el mundo?
YUSTI:Escribir poemas como chorizos o escribir un poema cada año no determina quien es mejor o peor poeta. En mi modesto parecer creo que el hombre no elige ser poeta, la poesía elige a determinado individuo. Como usted sabe la metáfora no es más que un procedimiento sensitivo-lingüístico por medio del cual quebramos las asociaciones de uso común del medio concreto de voces y lenguajes que nos rodea, es decir a través de la metáfora el hombre puede le~r más allá de los significados para instalarnos en otro contexto donde el mundo habitual se desplaza, donde el lenguaje de todos los días adquiere una carnadura distinta y nos empuja a otro plano en el cual el contorno de las cosas cotidianas, de los hechos de todos los días se subordinan no a nuestros sentidos, sino a nuestra sensibilidad. Borges explicaba todo esto sin tanta palabrería y siempre citaba una frase del poema de Blake sobre el tigre: “Tigre cuya terrible simetría” y entonces Borges explicaba que lo terrible en el tigre no eran las líneas de su cuerpo, no obstante con esa metáfora Blake trasmitía dos cosas: la belleza y la ferocidad. Con respecto a la proliferación de poetas lo grave no es que haya muchos, o que existen infinidad de poemas malos, buenos y regulares, no, lo grave es todos esos discursos del poder que se disfrazan con el lenguaje de la poesía. Además quien decide si un poema sirve o no es el tiempo. Por ejemplo los poemas que se conocen como “Carmina Burana”, fueron escritos durante el medievo por un grupo de frailes bebedores, mujeriegos y andariegos llamados “Goliardos”. La poesía de estos goliardos ha perdurado a pesar de los temas que los inspiraron: la taberna, el amor sexual sin remilgos, el juego, la bebida, etc. Es decir temas mundanos y nada elevados, no obstante uno lee dichos poemas y parecen que fueron escritos esta mañana. Que haya bastantes poemas, bastantes poetas. Donde hay literatura las pasiones analfabetas que conducen al crimen, a la xenofobia, al patriotismo, al nacionalismo, al terrorismo y demás posturas fachas (o fascistoides) no tienen muchas oportunidades.
C.V.- Supongamos que todo pervive y que en el 2034 los ansiolíticos y la fe han permitido a la gente seguir esforzándose en sus penurias y hazañas. Tanto en ese tiempo como ahora, tu no crees que lo cotidiano puede generar asombro. En lo monótono puede haber un hallazgo que subvierta la modorra; algo que irrumpe no previsto, y devuelva a la vida diaria (pese a tanto redentores de lo contrario) su dosis de encanto o de tragedia. Te digo esto porque algunos de tus ensayos y notas de prensa tienen, que ver con hechos cotidianos que te ocurren. No sólo escribes sobre escritores y libros, a menudo lo haces como divertimento, e incluso, como una manera de “resolver” un caos,lIamémosle, interno.
YUSTI:Definitivamente escribir es una terapia de bajo costo. Cioran explicaba en un texto que él escribía en un clima de ajuste de cuentas, en el que las invectivas sustituían a las bofetadas y los golpes. Más que ensayista, en el sentido peyorativo y académico del término, soy un escribidor de diatribas. Para los filósofos de la antigüedad griega la diatriba era un escrito de poca extensión, de naturaleza divulgativa con uno que otro aspecto polémico. Algunos de los libros que he publicado son buen ejemplo de esto que le digo. Escribo diatribas sin otra intención que producir en el lector una reacción, sea de complicidad o de indignación. Al momento de escribirlas me preocupa su complejidad Iingüística y temática. Entré en esto de escribir diatribas por azar. Cuando apenas tenía quince años formaba parte, en Valencia, del grupo literario “Los Animales Krakers”, como editábamos una revista necesitábamos a alguien que escribiera los ensayos. Dedocráticamente, como se elige todo en este país, fui seleccionado para tal, fin. Como no sabía escribir esbozos de ninguna naturaleza, decidí leer a los mejores ensayistas. Mis primeros textos eran forzados, furibundos, escatológicos. Luego he ido aprendiendo el oficio con más suerte que talento. Me gusta el ensayo porque es un género elástico donde cabe un poco de lectura, bilis, chisme cultural, intelecto, ironía y, por supuesto, mucha pasión por las palabras. Hay un ensayo académico y literario que profundiza en todos los andamiajes estructuralistas, marxistas, onanistas, psiquiátricos y panfletistas del texto y están bien, no obstante, a mí me gusta el ensayo otro. O sea, el ensayo donde las complejidades metafóricas se presentan de manera fluida, donde la ironía no da resquicio al bostezo y donde lo poético se estructura en un discurso al servicio de la vida con sus modulaciones altas, bajas y medias. Por supuesto que en mis escritos dejo al descubierto mis fobias, mis odios, mis puntuales alegrías. No escribo para reconciliarme con nadie, ni para agradar a los cancerberos del mundo literario. Escribo con una alta dosis de entusiasmo y cabreo. A veces el producto deja mucho que desear, pero yo dejo la “obra”, la plaza con el busto cagado por palomas para los otros. Me interesa la literatura viva, la escritura que se retuerce y que vibra más a las pulsaciones del corazón que del cerebro. Mea culpa.
C. V.– El ensayista lo que necesita para escribir es que la realidad ocurra; el milagro para celebrarlo o detestarlo; la carrera que continúa sin pausa para esa suerte de “marathonista”. Qué piensas al respecto.
YUSTI:El ensayista trabaja con elementos que tiene a la mano y en eso es Montaigne, el maestro indiscutible. Por ejemplo en uno de sus ensayos se quejaba el ensayista francés, de lo pequeño que era su pene y así infinidad de asuntos, donde él era el conejillo de indias ideal. El ensayista no crea nada, está en la puerta a la espera que en lo cotidiano ocurra la metáfora. Adorno, otro maestro del ensayo, escribió: “En vez de producir científicamente algo o de crear algo artísticamente, el esfuerzo del ensayo refleja aún el ocio de lo infantil, que se inflama sin escrúpulo con lo que otros ya han hecho”. Yo no sirvo para el escrito largo y exhaustivo. Me muevo de perlas en el exabrupto, la nota que trata de aclarar, pero que en el fondo no aclara gran cosa. El trabajo de ensayista es sencillo si este se preocupa más por la bibliografía que por ensamblar el discurso literario con frases creativas y chispazos poéticos. El ensayo es fácil si uno quiere demostrar que ha leído mucho, pero si quiere demostrar juego, ironía y cosa la cuestión se complica. Yo a veces creo que escribo siempre el mismo ensayo. Lo que no tiene variación de un escrito a otro es mi pasión por las palabras, mi afición por ordenarlas de tal manera que despierten en el lector un guiño o un nimio arrebato de cólera. Cuando escribo disfruto mucho. Detesto sólo corregir. A veces corrijo un texto de tres cuartillas como cinco o seis veces. El secreto del ensayo estriba en corregir mucho y quedarse con los naufragios de esas correcciones, lo demás es divertirse y no tomarse la “obra” con tanta seriedad ni petulancia.
P.S.- Trabajas en una Biblioteca Pública del Gobierno, que es casi decir burocracia ¿qué solicitan los usuarios, acaso se utiliza la Biblioteca como un lugar de encuentro con la literatura, qué se lee en ese solarium de la palabra?
YUSTI:Una biblioteca no es el sitio ideal para un escritor y menos aún es el lugar adecuado para un lector interesado más en asentar el alma leyendo literatura, que del examen de fin de curso. La biblioteca pública es uno de los últimos anhelos del romanticismo: los libros al alcance de todos los hombres sin importar raza, posición social, credo, etc. Esa visión romántica de las biblioteca públicas sufrirá cambios debido al surgimiento de la tecnología teleinformática. Ya se habla de bibliotecas virtuales, donde todos los libros están digitalizados. Como siempre la información computarizada será para unos pocos. Así mismo esos usuarios doblados sobre varios textos tomando notas desaparecerán para darle paso a los internautas, a los navegantes del Internet los cuales desde su cuarto podrán visitar varias bibliotecas en el mundo en apenas media mañana. Como ve eso de la comunicación escrita mediante la palabra escrita es una concepción desfasada del hecho literario como pasión, profesión de fe o aventura. No obstante como me niego a ser postmoderno y como me declaro abiertamente anacrónico, troto de convertir la biblioteca más que en un antro con libros polvosos y cacatúas con lentes (que jamás han leído un libro en su vida) y las cuales te hacen hacer silencio, en un bullicioso centro cultural donde puedas ver una película si te place, puedas escuchar una conferencia sobre literatura o fotografía sin previo aviso, donde te den un periódico literario que se llama “Lectura”, donde se realizan talleres vacacionales en barrios como Campo Rojo, Los Monos o Palo Grande, donde los niños escriben sus propios libros, donde conjuntamente realizamos una Feria Regional del Libro, donde apoyamos el trabajo del Centro de Estudios Literarios “Giraluna” y donde por supuesto convertimos la lectura en un acto vital no para culturizar a nadie, ni para iniciar a nadie en la lectura, sino para demostrar que todos estamos al margen de la página y la idea es metemos hasta los huesos y el alma en la página completa, donde hacemos de los libros objetos vivos a través de las cajas viajeras y las exposiciones bibliográficas en escuelas y liceos, sin mencionar los ciclos de video-cine basados en libros y los talleres de pinturas y títeres permanentes. La burocracia cultural no me interesa. Me gustan los libros y si me pagan por hacer lo que me gusta, imagínate.
C.V.– Cioran, Savater, Nuño, Solanes, Paz, Cela, son referentes habituales en tus trabajos. ¿Por qué? y en qué cree hoy en día, y a estas alturas del juego y de la “pizza”, Carlos Yusti.
YUSTI:En primer lugar por el dominio que poseen del lenguaje escrito, por la riqueza de sus argumentaciones y por el espíritu polémico que alienta sus estilos.
Cuando uno comienza a escribir quiere hacerse de un estilo, quiere capturar metáforas de largo aliento en una frase así como un entomólogo captura mariposas e insectos. Luego esta eso de escribir bien, de dominar el lenguaje en su sentido aleatorio y no meramente comunicacional. Para todo ello hay que leer mucho. He aprendido a escribir leyendo a los buenos y malos escritores.
No tengo secretos a la hora de escribir y como no tengo genio corrijo mucho cada frase y los escritos van saliendo poco a poco con defectos y virtudes. En mis escritos realizo muchas citas y me apoyo en las ideas de otros. Soy un escritor en segunda potencia y para no amargarme mucho me consuelo con la frase de Montaigne: “No hacemos más que glosamos mutuamente. Todo pulula de comentarios, pero de autores hay gran escasez”. O sea, un escritor más producto de caóticas lecturas que del talento o del estudio sistematizado. A mi me van los géneros menores. El tratado abultado de metodología, sapiencia y cosa no me va. Que otros hagan sesudos esfuerzos por convertir la literatura en material para alimentar los pensum de estudios. Yo no. Mi nota es escribir con el entusiasmo erecto y la bilis a flor de piel. Entre los muchos reproches que me hacen los amigos, aunque parezca mentira tengo algunos, está el de ser un tipejo afable, en lo personal, muy contrario a lo que escribo. La escritura forma parte de mi, yo no soy lo que escribo. Mi escritura es el Jekill y el mister Hyde que hay en mí y creo que en el de muchos de los escritores que conozco, sólo en que algunos lo disimulan muy bien a la hora de escribir. La escritura del disimulo no es mi fuerte.
Cuando Goethe tuvo aquella entrevista histórica con Napoleón, en Erfurt, intercambiaron impresiones del clima, la poesía y sobre la tragedia. Goethe ya había escrito la primera parte de Fausto y habló un poco de su obra en proceso de escritura. Napoleón le dijo: “Las tragedias pertenecen al pasado, a una época sombría. ¿Qué tenemos que ver nosotros hoy con el destino? El destino es la política…” No se equivoca el singular emperador, sólo que la política ha vuelto al mundo más sombrío, lo ha vuelto un poco más trágico. Por suerte, nuestros políticos parecen sacados de una opereta, no obstante, y pese a su aspecto cómico, no dejan de ser peligrosos dejando manchones de sombras por todas partes. Uno escribe para limpiar un poco todo ese andamiaje de sombras, muertes, censuras y complicidades por razones de estado. La única trinchera que le queda al hombre es la literatura. Aparte de eso me apego a ese ideal de Savater: cultivar gustos sencillos y una mente compleja.
P.S. Una pregunta tan manida como fastidiosa: Si en los sesenta se habló de la escritura como un compromiso, ¿cuál es, a tu juicio, la consigna de los noventa, y cual debería ser la del próximo siglo?
YUSTI:Cuando militaba ante tanta consigna con más buena intención que complejidad intelectual yo gritaba mi favorita “A tirar, a tirar que el mundo se va acabar”. Parece un mal chiste, con esa consigna trataba de contrarrestar la simplificación simplista que encierra toda consigna. Tú no me pides una consigna, me pides una etiqueta para estos aciagos días. Mi etiqueta sería una frase de Voltaire: “…la mejor venganza contra los que nos detestan es ser felices”.

Entrevista editada en la revista PREDIOS 

Segunda época 1999 Nº 14

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                            (Venezuela, Valencia, 1959)
Carlos Yusti. 

Escritor y pintor. Sus obras plásticas han tenido espacio en exposiciones individuales y colectivas. Colabora para las revistas digitales Venezuela LETRALIA y  Escáner Cultural  Ha publicado los libros de ensayos Pocaterra y su mundo (1991); Vírgenes necias (1994); Cuaderno de Argonauta (1996), por el que recibió el Premio en Ensayo de la Casa de la Cultura Miguel Ramón Utrera; De ciertos peces voladores (1997); Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión, por el que recibió el Primer Premio de la IV Bienal de Literatura Antonio Arraiz, categoría Crónica (2006); Dentro de la metáfora: absurdos y paradojas del universo literario (2007); y Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos (2007).