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martes, 25 de agosto de 2009

DOÑA BÁRBARA EN EL BURDEL

       El premio Internacional de novela Rómulo Gallegos desata cada año las pasiones más feroces y filosas. El galardonado de este año, el escritor español Isaac Rosa con su novela "El vano ayer", fue tildado de filochavista y otros epítetos menos literarios. Lo cierto es que Gallegos con su novela Doña Bárbara sigue colocando la literatura nacional en el escenario del mundo.

Doña Bárbara es al parecer el libro cabecera de nuestras mises y Gallegos es por antonomasia el autor de tanto pelmazo que tontea en la farándula. Además, es la novela obligada en los liceos. Su vigencia es innegable y todavía hoy nos perdemos por los oscuros pasadizos espirituales de una mujer que devoraba a los hombres.

Leer Doña Bárbara en el bachillerato fue en lo particular una experiencia compleja y traumática. Aunque había leído mucha novelita vaquera, y algunos libros de aventuras, enfrentarme al texto de Rómulo Gallegos resultó una tarea cuesta arriba, sin mencionar que en mi familia se cultivaba una animadversión hacia los adecos, aunque fueran inteligentes.

La profesora de castellano, mezcla de solterona leída con bruja perversa de cuento, quería no sólo que leyera la novela, sino que llevara a cabo un exhaustivo análisis de la obra y que, como experto cirujano de la crítica, diseccionara la novela en personajes principales, secundarios, trama, subtramas, ambiente e intenciones de su autor. Por supuesto coñomadricé a Gallegos.

Hoy, luego de haberla releído varias veces, y de haberle disculpado a Gallegos su militancia adeca, pienso que la novela persiste y trasciende en el tiempo debido a que su autor tuvo la capacidad de crear personajes inolvidables; de trazar arquetipos humanos de gran fuerza trágica. La novela tiene un aire shakesperiano incomparable.

Después de concluir el bachillerato tuve que echar pie por los caminos. Necesitaba trabajar y además quería empaparme de vida para llevar todas esas vivencias al papel. Los prostíbulos me brindaron la ocasión de conocer un ambiente sórdido en el que coincidían e interactuaban los personajes más pintorescos y dramáticos. Gallegos utilizó el llano para hacer literatura y yo iba a los burdeles para hacer otro tanto.

Un burdel es un vertedero en el cual la soledad trepa por el alma como una hidra. En ese sitio conocí a Doña Bárbara. Tenía un cuerpo de diosa clásica. Sus ojos eran dos abismos oscuros en los cuales se habían suicidado muchos soles. Busqué algunos billetes para que contara su historia y me sentí de la misma calaña de ese cliente que tiene el descaro de regatear en ese mercado de carne y deseos oscuros. Fuimos a su cuarto. La historia era típica, pero no por ello nada edificante. Su padrastro, que era un borracho pendenciero, la violó siendo apenas una niña. Luego unos tíos abusaron de ella en su etapa adolescente, hasta terminar en ese lugar viviendo sin vivir. Me contó que pisoteaba a los hombres a su manera, que los explotaba sin miramientos hasta convertirlos en muñecos sin voluntad. Por un buen rato siguió relatando trozos de su vida y logré entender que la soledad y la venganza eran sus verdaderas vocaciones, un poco como la Doña Bárbara literaria.

Con todo aquel material hubiese escrito una novela, pero yo no era Gallegos. Esa noche supe que la vida era muchas veces mala literatura. "Vuelve cuando quieras, cariño, mi vida es un espectáculo infinito". Le alcancé mi mejor sonrisa. Ella me dibujó un beso en la mejilla como despedida. Salí del cuarto y al instante otro hombre la abordaba con un deseo lujurioso iluminándole el rostro. Comprendí a Santos Luzardo. También me resistí a ser seducido por la devoradora de hombres, también me oponía a la barbarie bajo ese aspecto engañoso de alegría y sexo que se respira en un burdel.

Comprendí que la literatura no era la vida y con esto se decidía también algo de mi destino.