Carlos YUSTI
Desde la niñez hasta la pubertad uno se siente vigilado. Los
padres, familiares y demás anexos de la sociedad sueltan tras tus pasos la
jauría vigilante de las expectativas. Todos esperan que uno madure, termines
una carrera, etc. En fin que uno sea “algo” en la vida. Te educan, recortan tus
uñas de los malos modales de tu espíritu y te anulan. Al final solo queda una
especie de resumen de ser humano con horario de oficina, un perro, una esposa,
unas pantuflas e hijos (no siempre en ese orden), es decir como un hombre de
bien.
Robert Walser |
El escritor Enrique Vilas-Mata, ante la pregunta ¿Qué personaje de
la literatura le hubiera gustado ser?, respondió: “Jakob von Gunten, de Robert
Walser, es un personaje que entra en un instituto donde enseñan a los
ciudadanos a ser unos rotundos don nadie, hombres sin atributos de este mundo
actual. Todos somos Jakob von Gunten que me niego a decir, pero digamos que me
contento con decir que yo soy Jakob von Gunten al servicio de ustedes, como
siempre”.
La novela Jakob von Gunten tiene como escenario el Instituto
Benjamenta. Un centro de enseñanza algo inusual donde el alumnado, admiten solo
varones, aprende a ser obediente y a servir, cualidades que le permitirán a los
jóvenes ser subordinados de otros y aspirar a trabajos subalternos. “Aquí se
aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del
Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada; es decir, que el día de mañana
seremos todos gente muy modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten
consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que
prometen escaso o ningún éxito”.
He leído en la Internet sobre un país (sin duda invento de algún
internauta) que se jacta de ser un territorio libre de analfabetismo, que ha
creado varias universidades como por arte de magia. No hay profesores, sino
facilitadores que a través de películas imparten las materias. El resultado es
que en un semestre se gradúa un arsenal de personas en periodismo, enfermería,
etc. Hay que admitirlo; ese es un país con futuro ya que estos nuevos
profesionales forman parte de ese club selecto del Instituto Benjamenta.
La explicación a todo este intríngulis podría estar en un sueño
que tiene Jakob von Gunten: “…Soñé que me había convertido en un hombre muy
malo, perverso, ¿cómo así?, no lograba explicármelo. (…) Estaba gordo y, por lo
visto, las cosas me iban viento en popa. Anillos centelleaban en los dedos de
mis deformes manos, y de mi barriga pendían, negligentemente, quintales de
carnosa dignidad. Me sentía plenamente autorizado a impartir órdenes y dar
rienda suelta a mis caprichos. A mi lado, sobre una mesa ricamente servida,
brillaban objetos dignos de una voracidad y dipsomanía insaciables, botellas de
vino y licores, así como los más refinados platos fríos. (…) En los cuchillos y
tenedores se habían pegado las lágrimas de mis enemigos ajusticiados, y al
tintineo de los vasos se unían los sollozos de innumerables desgraciados; sin
embargo, las estelas de las lágrimas solo me hacían reír, mientras que los
sollozos de desesperación adquirían un sonido musical a mis oídos. Necesitaba
música para amenizar el banquete, y la tenía. En apariencia, había hecho
excelentes negocios a costa del bienestar de otros, lo cual me producía un gozo
profundo y visceral”.
Desde hace mucho rato que estoy fuera
del Instituto Benjamenta y hoy solo busco desaprender todo lo que intentan
enseñarme o lo que a regañadientes he aprendido. Además el aforismo de Gesualdo
Bufalino puede servir como salvavidas para que no seamos otra cruz a la
intemperie en ese cementerio de la educación formal como Jakob o el
desventurado Hans: “Mi incompetencia en el vivir roza lo sublime”.