“Palabras,
palabras, palabras...Hamlet leía, sin duda, una novela”.
E. M. Cioran
Carlos Yusti
La actualidad de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha, radica en la concepción literaria que tenía Miguel de Cervantes y
que de alguna manera fue desplegando en su libro, utilizando como interlocutor
a un hombre versado en libros y gran lector, aparte de entusiasta de un género
menor como las novelas de caballería, que estuvo tentado a escribir, pero cuyas meditaciones
se lo impidieron o como lo acota el mismo Cervantes: “…y muchas veces le vino
deseo de tomar la pluma y darle fin al pie de la letra, como allí se promete; y
sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos
pensamientos no se lo estorbaran”. En fin, este personaje dará voz a las ideas
de Cervantes sobre el sentido de la escritura.
De igual manera es
actual esa resolución de Alonso Quijano, algo así como un cincuentón jubilado,
que ha leído varias veces más del centenar de libros existentes en su
biblioteca y que se encuentra un poco en ese limbo blanco del ocio. La
inactividad de seguro lo llevará a la tumba antes de tiempo, por eso necesita
buscar pronto un correctivo que lo saque de ese tedio vital que lo carcome. No
está loco, pero su proyecto tiene todos los componentes de una idea fija: llevar
a la realidad lo contenido en los libros. Lo escrito en los libros es verdad o
sólo son trucos baratos del autor (en el prólogo de las Novelas ejemplares, Cervantes escribe: “Mi intento ha sido poner en
la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno puede llegar a
entretenerse…”) ¿Y cuánta literatura está dispersa en la realidad? ¿Lo encerrado
en los libros puede coexistir con el mundo real? Esas inquietudes veladas de
don Quijote son las interrogantes que el escritor tratará de dilucidar a lo
largo de su libro.
La pesadumbre de
Cervantes sobre su arte no es gratuito. Su vida, llena de contratiempos y mala
racha, “más versado en desdichas que en versos” como diría otro personaje del
libro, lo ha puesto en una encrucijada como escritor; las dudas sobre los
alcances de su obra, sobre si en verdad es un autor con algún mérito en el
mundo de las letras. En principio escribió un buen número de obras teatrales,
medio más expedito para tener éxito y dinero, no obstante para ese momento
otros autores, con un estilo literario más depurado y culto, escribían obras
teatrales aclamadas y aplaudidas difíciles de superar. Como escritor de novelas
estaba un tanto descolocado en ese estilo pastoril, sin contar que Francisco de
Quevedo era un escritor sobresaliente, cuyos textos satíricos gustaban y eran
comentados en todos lados.
Cervantes va a crear un
libro donde se lo juega todo. Conoce con buen pulso los géneros literarios de
su tiempo y como aditivo tiene su experiencia de hombre curtido en los caminos (
por un tiempo trabajó como recaudador de impuestos), estuvo en la guerra y en
la cárcel. Con todo este bagaje no sólo va a contar una historia, sino que intentará
una reflexión sobre el arte de escribir desde las extrañas misma de la ficción
literaria y sobre la racional locura de la realidad y sobre los caminos, no
siempre rectos, de la locura. Cuestión que le servirá para motorizar, con más
festividad poética y arte, una de sus novelas ejemplares, El licenciado vidriera.
El libro de Cervantes,
aparte de narrar la travesía de don Quijote y Sancho Panza, es una requisitoria
sobre las posibilidades de la ficción literaria que estaba como sumida en la
floritura de las bellas letras y el artificio mentiroso (por no decir
fantasioso), busca abrirse paso en una realidad compleja que ya no pude dejarse
al margen, que debe ser narrada desde otra estructura y entonces el Cervantes
escritor va inventando su historia, pero también el mecanismo apropiado para narrarla
y al hacerlo, a su vez, va ventilando su mundo personal y sus ideas sobre el
quehacer de las letras que ha vivido como una herida. Hay un gran desorden con
este cúmulo de cosas dispares y entonces el libro tendrá que ser algo así como
un artefacto, especie de dispositivo que se construye en el proceso de la
escritura, sin saber si funcionará, y en la medida que lo arma sigue
planteándose preguntas (e incluso
emitiendo opiniones a través de sus personajes) sobre el propósito de escribir
libros. No sin razón Marthe Robert ha escrito: “…Don Quijote, ha enturbiado,
falseado y confundido las relaciones de por sí oscuras de la literatura y la
vida, ya no son dos o tres tesis claramente definidas las que suscita, sino una
enorme cantidad de ideas eruditas e ingeniosas que invaden todos los terrenos
posibles del conocimiento. De allí resulta una búsqueda profunda e
indudablemente útil, pero también resulta una confusión del que la historia de
la literatura ofrece pocos ejemplos tan extravagante”.
Eso podría ser El
Quijote: un artefacto extravagante. Cervantes quizá tenía un esquema somero del
libro que deseaba escribir, de todo eso que tenía intención de plantear, pero
no tenía claro como llevarlo a buen término. Por eso concibe su libro (Cervantes
se refirió al Quijote no como novela, sino que empleó términos esquivos como
“historia” o “libro”) como un mecanismo al que irá agregando
personajes, en el cual intercalará historias y relatos ajenos a la narración
principal y en el que mezclará realidad y ficción en un juego de espejos de
gran creatividad e ingenio.
Cuando el libro ha
comenzado a tener cuerpo se le ocurre crear a los otros autores y escritores
del libro. Medida extrema para hacer avanzar la historia por derroteros que el
lector no espera e incluso el mismo Cervantes desconoce. A este respecto
Alberto Manguel escribe: “Cuando al cabo de apenas ocho capítulos, y en la
mitad de una aventura, Cervantes confiesa no saber proseguir con la historia de
su caballero, ocurre un milagro. Hallándose un día en el Alcaná de Toledo, dice
Cervantes, encuentra un cartapacio lleno de papeles escritos en caracteres
arábigos y, puesto que no sabe leerlos, busca un morisco aljaimado (es decir,
un moro que habla castellano) para que se lo traduzca. Descubre entonces que el
manuscrito es de un tal Cide Hamete Benengeli, y que narra la continuación de
la historia de Don Quijote”.
Otro aspecto actual de
este aparato cervantino es los distintos cameos
que hace Cervantes en su historia. En el cine un cameo es la aparición relámpago (o de fogonazo) que hace una
persona conocida en una película. Cervantes lo manipula para mezclar realidad y
ficción sin una delimitación precisa. Antonio Muñoz Molina escribe: “El autor
es un pasajero furtivo o un polizón en su propia obra. Surge y se pierde como
una sombra por detrás de los personajes inventados”. De esa manera aparece como
autor de La Galatea en la exploración
que hacen el cura y el barbero de la biblioteca de don Quijote. Luego vuelve de
manera anónima en unos papeles que un viajero dejó en una maleta. Dichos
manuscritos son una copia (sin el nombre del autor) de Riconete y cortadillo y de la novela El curioso impertinente. De esa forma disimulada hace otras
apariciones más y así se convierte en otro personaje de una historia que sigue
desgarrando la costuras de la novela tradicional.
No hay que dejar pasar
que don Quijote se vea/lea así como un personaje de un libro de ficción, sino
que encima hace observaciones críticas sobre otro Quijote escrito por un tal
Avellaneda, lo que lleva al paroxismo este laberinto de espejos de la realidad
traspapelada con la ficción literaria. Este otro Quijote apócrifo, escrito por
un inexistente licenciado bajo el nombre falso de Alonso Fernández de Avellaneda
es otra pieza exótica (y externa) de ese artefacto anómalo de Cervantes, quien
aprovecha la ocasión de utilizar, para su segunda parte, personajes y
situaciones de ese Quijote artificial y de oportunidad. Utilizará incluso la
fama obtenida de sus personajes para darle movimiento a los engranajes de su
segunda entrega y proporcionarle carne de realidad a una ficción que sigue
explorando todos las posibilidades de lo literario. Esto sorprendió a Thomas
Mann que en su Travesía marítima con Don
Quijote escribe: “Durante todo el día me está divirtiendo el ingenio épico
de Cervantes de hacer surgir las aventuras de la segunda parte, o algunas de
ellas, de la fama literaria de don Quijote, de la popularidad que él y Sancho
gozan gracias a su novela(…) Esto es
totalmente nuevo y único: que yo supiera, no existía en la literatura mundial
un héroe novelesco que viviese, de tal forma, de la fama de su fama,…”
Cervantes va utilizar
todo lo que se encuentre a su alcance para darle forma a su historia y en la
segunda parte sigue forzando las costuras de la novela. No por casualidad
Francisco Rico anota: “Todos los géneros y los estilos literarios, del teatro a
la épica, y todos los tipos de discurso, de la pieza oratoria al documento
legal, se someten a revisión. Todos los niveles del lenguaje, en fin, de los
artificiosos arcaísmos del caballero a la fraseología popular de Sancho, se
conciertan con la prosa limpia y natural que da el tono de la narración, en una
fascinante polifonía”.
Cervantes fue
canibalizado por su personaje así como lo hizo Sherlock Holmes con el escritor
sir Arthur Conan Doyle. Empero eso no ha impedido que se le reconozca, ya que
su artefacto ha resistido la prueba del tiempo y las críticas (o estudios) e
imitaciones más irracionales. Todavía se sigue editando. La edición de
Francisco Rico intenta limpiarle todas las escorias para presentar un libro
remozado e impecable. En nuestro país se editó un Quijote mutilado, pero se ha
subsanado tamaña afrenta editando en dos tomos una edición bastante aceptable.
Hoy el libro sigue
siendo un tanto inexpugnable, pero continua teniendo fieles lectores y aquellos
que no lo han leído completo conocen algunas de sus partes y hasta nuestros
politicastro de saldo lo citan sin haber cruzado el umbral de su portada.
Todavía se le siguen descubriendo muchas otras magias más que las anotadas por
Borges.
Cervantes no inventó la
novela moderna, más bien escribió un libro que rebasaba muchos parámetros y que
sigue creándose a cada lectura. Para ser franco inventó un artilugio, un
dispositivo que conecta al lector con esa eternidad de la belleza de lo humano,
de las palabras engranadas para crear
esa música increíble que se llama literatura.